Nati-Amo
Thu, Aug 29, 2024

El ambiente en la habitación del hotel era casi eléctrico, cargado de una anticipación que se palpaba en cada rincón. Mi lencería negra, escogida cuidadosamente para esta ocasión, se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel, el encaje suave delineando mis curvas, mientras las tiras finas parecían atraer la mirada de los dos hombres en la habitación. Amo me observaba con una mezcla de orgullo y deseo, sus ojos recorriéndome de arriba abajo, disfrutando de la vista tanto como yo disfrutaba de ser el centro de su atención.

El nuevo amante, que había llegado minutos antes, no apartaba la mirada de mí. Sus ojos brillaban con un deseo crudo, como si cada centímetro de mi cuerpo fuera un territorio que estaba ansioso por explorar. Me sentí poderosa, deseada, sabiendo que tenía el control de la situación, al menos por un momento. Sin decir una palabra, ambos hombres comenzaron a moverse en perfecta sintonía, sus manos encontrándome con una precisión que me dejó sin aliento. Sentí sus caricias recorrer mi cuerpo, sus dedos deslizándose por el encaje, mi cuerpo respondió instintivamente, arqueándose hacia ellos, buscando más de ese placer que ya empezaba a desbordarse en oleadas.

Cada toque, cada beso, me llevaba más allá, hasta que me perdí en la intensidad del momento, en el éxtasis que ambos hombres me estaban regalando.

Sentía sus manos, sus labios, recorriendo cada parte de mi cuerpo, encendiendo un fuego que solo crecía con cada segundo que pasaba. Mis gemidos llenaban la habitación, una mezcla de placer y urgencia, mientras sus movimientos se sincronizaban, llevándome al límite una y otra vez.

Llegó un punto en el que todo lo demás se desvaneció, y mi mundo se redujo al nuevo amante y a la manera en que él me hacía sentir. Su toque era más firme, más urgente, y pronto me encontré perdida en su ritmo.. Amo observaba todo desde cerca, sus ojos fijos en nosotros mientras grababa con su teléfono, capturando cada expresión de placer, cada gemido que escapaba de mis labios.

El amante se movía con una precisión que me dejaba sin aliento, llevándome a un punto donde el placer era tan intenso que apenas podía pensar. Sentía cómo su control se deslizaba, cómo su respiración se aceleraba junto con la mía, hasta que finalmente, con un gemido profundo, lo sentí explotar, derramándose sobre mi rostro, escurriendo lentamente por mi piel, cayendo sobre mi pecho. Cerré los ojos por un momento, cuando los abrí, me encontré con la mirada de mi amo, quien se acercó lentamente, en su cara tenía una sonrisa llena de deseo y satisfacción en sus labios. Se inclinó hacia mí, y con una ternura inesperada, comenzó a limpiar el semen de mi rostro y de mi pecho. Sus manos eran suaves, cuidadosas, pero había algo más en su toque, una especie de adoración que me hizo estremecer.

El roce de sus dedos sobre mi piel, limpiando con delicadeza cada rastro del amante, se sentía casi como un juego, un acto tan íntimo que hizo que mi cuerpo se encendiera de nuevo. Podía ver en sus ojos cómo disfrutaba de cada momento, cómo sus dedos se deslizaban lentamente, dejando que el semen escurriera por mi cuello y cayera sobre mis pechos, antes de retirarlo con suavidad. Era como si quisiera prolongar el momento, saborear cada segundo, mientras yo me perdía en la mezcla de sensaciones: la calidez de su toque, la suavidad de su piel contra la mía, y la satisfacción de saber que ambos habíamos disfrutado de algo más allá de lo común.

Finalmente, cuando hubo terminado, se inclinó y besó mi cuello, sus labios moviéndose lentamente hacia arriba, hasta que alcanzó mi boca. Nos quedamos así, enredados el uno en el otro, el sabor de la noche aún en nuestros labios, mientras el deseo latente entre nosotros comenzaba a arder de nuevo. Sabía que el amante se había retirado, pero la noche aún era nuestra, y mi cuerpo aún ansiaba más. Nos quedamos a solas, entregándonos a la pasión que seguía ardiendo en nuestros cuerpos, disfrutando de cada caricia, de cada susurro, sabiendo que habíamos cruzado una nueva frontera, y que lo habíamos hecho juntos, disfrutando cada segundo.

El ambiente en la habitación seguía cargado de electricidad, incluso después de que el amante se retirara. Mi cuerpo aún vibraba con las sensaciones que había experimentado. Nos miramos a los ojos y en ese instante supe que él también estaba al borde. El hambre en su mirada, la forma en que sus manos temblaban ligeramente mientras me tocaba, todo indicaba que no podía esperar más. Se inclinó hacia mí, sus labios encontrando los míos en un beso profundo, lleno de pasión contenida. Su cuerpo se presionó contra el mío, y sentí su erección firme, lista para liberarse.

Sin más preámbulos, me guio hacia la cama, donde nos dejamos caer, enredados el uno en el otro. Mi piel aún estaba cálida y húmeda por lo que había sucedido antes, y su toque se sentía como una chispa que encendía cada centímetro de mí. Con un movimiento firme, entró en mí, y ambos dejamos escapar un gemido de alivio y placer.

El ritmo que marcó era urgente, desesperado, como si toda la noche hubiera sido una preparación para este momento.

Sentí cómo cada embestida me llevaba más cerca del clímax, el placer acumulándose en mi vientre, listo para explotar. Podía sentir su tensión también, la forma en que sus músculos se tensaban bajo mis manos, y su respiración se volvía más rápida, más entrecortada.

Finalmente, cuando alcanzó su limite, lo sentí liberar todo su deseo dentro de mí. El calor de su semen llenándome fue la chispa que desató mi propio orgasmo, uno tan intenso que me hizo temblar. Mis manos se aferraron a su espalda, mis uñas clavándose en su piel mientras gemía de puro placer.

Sentir su semen caliente llenándome, mezclándose con el éxtasis que ya había experimentado, fue más de lo que podía soportar. Mi cuerpo se arqueó bajo él, respondiendo a cada ola de placer que me atravesaba.

Nos quedamos así, conectados, respirando juntos mientras el último rastro de nuestra pasión se desvanecía lentamente. Mi cuerpo aún temblaba, los últimos vestigios de placer recorriéndome, mientras el se quedaba sobre mí, sus manos aún acariciando mi piel con una ternura infinita.

Sentir su semen dentro de mí, caliente y palpable, era el cierre perfecto para una una noche que habíamos compartido de la manera más intensa posible. Sabía que lo que habíamos experimentado juntos nos había unido aún más, y mientras nos perdíamos en la oscuridad, supe que aún quedaba mucho más por explorar entre nosotros.